Después de besarlo con la convicción más tierna, después de amarle con la pasión más renovada,
después de dibujarle un te quiero en la frente, después de tanto y tanto darse, Romualda se convenció que ese hombre no podía ser más que el mismo ángel con ojos de mentira y álma de villano.
Entonces, durante todo el trayecto de regreso a sus años, lloró con la sensación más lugubre y amarga, dibujó en el cielo un sinfin de reproches al mismo tiempo que un día le prestó un lienzo para jugar a creer en el amor.
Caminó despacio por un muelle que no le pertenecía, miró las olas de un mar que también lloraba sus desamores, contempló a la gente que iba y venía con sus corazones machacados y se volvió de aire. Se dejó llevar por el viento que le sacudía la despedida y en un breve soplo de aire salino se secó completa....
Hoy Romualda le llora al amor muerto...
ella misma lo ha matado.
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